Por Luis Granell
Hace un par de días que un compañero periodista me ha puesto sobre aviso: José Antonio está ingresado. Le he pedido a Eloy que me tenga informado y espero.
Domingo 19. El despertador suena a las ocho y, maquinalmente, enciendo el transistor. Suena el Canto a la libertad y, aún bajo las tibias sábanas, lloro en silencio. Y escucho las primeras informaciones, los primeros comentarios. Mientras esté en casa, hoy no apagaré la radio. Ducha, desayuno, esas rutinas que cada mañana te sitúan en el mundo real, tan solo levemente alteradas por las pequeñas dificultades que provoca mi rodilla maltrecha, se suceden hasta que suena el teléfono. “Soy Lucía”. Y lloramos juntos, aunque ella, Lucía Pérez, la de Jorcas, la de Teruel Existe, esté allí y yo en Zaragoza.