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Martes 02 de Noviembre de 2010

Por María José González

Estos son tiempos de incertidumbre, el hombre siempre ha vivido en un horizonte de incertidumbre, es verdad, pero, a mi juicio, los nuestros son años de especial perplejidad y escepticismo pues todavía son los conceptos, estructuras y categorías del pasado los que encierran nuestro presente y condicionan nuestro futuro y es que, aunque conscientes de los fundamentales cambios sociales habidos, no estamos siendo capaces de crear formas nuevas con las que organizar mejor nuestra convivencia.


AMARRADOS a ese enorme entramado y andamiaje de conceptos para salvarnos sin percatarnos de que sólo se trata de un armazón seguimos cautivos del empuje y éxito de criterios y nociones rebasadas que no conseguimos reemplazar. Así, como señala Edgar Morin el "Estado nación es necesario para la diversidad humana (pero) a la vez es un obstáculo para la unidad humana" en un contexto en que "las políticas metanacionales no llegan a emerger y hay una ausencia total de pensamiento y de políticas planetarios". Y, como un ambiente que lo envuelve todo, la globalización nuestro "desafío ético" pues, con independencia de cualquier otro significado y consecuencia anuncia, a juicio de Bauman, que "todos somos mutuamente dependientes" hasta el punto de que "lo que hacemos (o nos abstenemos de hacer) puede incidir en las condiciones de vida (o muerte) de personas de lugares que jamás visitaremos y de generaciones que jamás conoceremos".

En nuestra coyuntura ya no nos sirve la diferenciación que Karl Jaspers planteaba hace 50 años entre culpa moral y culpa metafísica para desempatar el remordimiento que siento cuando con mi acción y omisión daño a alguien del daño moral que experimento cuando un ser humano sufre un mal aunque no haya sido causado por mí.

AHORA MÁS que nunca cobran sentido las palabras que Dostoievski incluye en los Hermanos Karamazov: "Todos nosotros somos culpables de todo y de todos ante todos y yo más que los otros". Y es que con la globalización, con su demanda insaciable de beneficio no podemos estar seguros de nuestra inocencia moral, no podemos afirmar sin más que desconocemos lo que está ocurriendo. ¿Acaso no sabemos que nuestras conductas y decisiones inciden en la vida de los otros? El "astillamiento de las consecuencias" a que se refería Hegel y que para algunos sirve como justificación o coartada de compromisos fáciles hace de la responsabilidad una ficción. Cuando el otro va paulatinamente desapareciendo como resultado de la purificación y sacralización de las fronteras y del deleite del consumo la responsabilidad es vivida y sentida sobre todo hacia uno mismo porque como justifica insistentemente algún anuncio publicitario "tú lo vales".

Adictos a la seguridad sentimos poco y decimos mucho imbuidos en la dinámica de los medios de comunicación de masas responsables últimos de establecer las "verdades" del mercado sean o no mentiras que a fuerza de ser repetidas pasan por verdad y admitimos como verdad, verdades contantes y sonantes que sin timidez ni rubor mueven el mundo. Hasta aquí nuestra deuda ética pero ¿tiene hoy posibilidades la ética? ¿podemos saldar nuestra deuda? Yo me aferro a que sí, pues aunque la sociedad esté llena de trampas depende de nosotros, nuestra voluntad y libertad están así sometidas a examen.

Consejera de ECODES

Artículo publicado en El Periódico de Aragón el 30 de octubre de 2010


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