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Viernes 16 de Abril de 2010

Por Beatriz Román Alzérreca
www.consultoradeturismo.com

Chile comenzaba el 2010 celebrando su bicentenario de vida independiente con buenas noticias para el país. Las finanzas públicas estaban sólidas, se auguraba un crecimiento en torno al 5,5% y se iniciaba el camino de ingreso a la OCDE que nos planteaba desafíos importantes. No obstante, bastaron dos minutos y medio para cambiar el escenario 2010. El terremoto y los posteriores tsunamis nos dejaron literalmente unos cuantos pasos atrás del camino recorrido y a gran parte del país en el suelo. Muchos de los planes, estudios, proyectos y sueños que se pensaban para este año hubo que dejarlos en un cajón ya que la coyuntura nos exigía volver a hablar de vivienda básica, abastecimiento de ropa, comida y agua.

El terremoto de la madrugada del 27 de febrero es el segundo más fuerte en la historia de Chile y el quinto más fuerte registrado desde 1900 en el mundo, cuando comenzó a realizarse la documentación de estos fenómenos. Su magnitud y extensión territorial afectó alrededor del 80% de la población chilena y dejó a gran parte en el suelo. A esto se suma el impacto de los tsunamis posteriores que arrasaron con gran parte de la costa de las regiones afectadas, dejando pueblos fantasmas, sin casas, sin gente y sin las actividades productivas principales de la zona: pesca y turismo. Esto significa que en muchos casos la situación de partida que enfrenta el país es cero.

Es un escenario que nos recuerda que todo cuesta en esta franja de tierra larga y delgada, donde nada se nos ha regalado y donde hemos tenido que levantarnos varias veces de la adversidad de nuestra geografía y geología. Si no es un terremoto es un volcán que erupciona, un tsunami, un aluvión o el deslave de algún río. No obstante, las dimensiones territoriales de este desastre natural que abarcan desde la V hasta la VIII región del país, nos invita a reflexionar acerca de dónde y cómo reconstruir nuestros pueblos y ciudades, bajo una mirada distinta, menos antropocéntrica, más inclusiva y respetuosa con la naturaleza.

En medio de la desgracia hay una gran oportunidad para levantarse y avanzar con pasos más certeros en el camino de la sostenibilidad. Siempre ha sido más caro y difícil revertir situaciones ya en marcha pero ahora es posible hacer las cosas bien y reconstruir un Chile mejor. Es posible hablar de la construcción antisísmica que nos proteja de futuros movimientos telúricos pero también es posible plantear una construcción bioclimática, autosustentable, ecológica y bajo estándares de eco-arquitectura. También es posible pensar en mejorar la red eléctrica del país pero sería mejor pensar en reforzar la existente con energías renovables no convencionales como la solar, eólica y/o mareomotriz.

La coyuntura también nos exige impulsar nuevamente las actividades productivas que se vieron afectadas, donde necesario replantearlas con una mirada más amigable con el medioambiente de cada localidad, disminuyendo la presión que tradicionalmente se ha ejercido sobre los recursos naturales, contribuyendo a la conservación de los mismos e incorporando elementos como permacultura, mínimas emisiones, buenas prácticas de producción y operación, agricultura agroecológica, turismo responsable, entre otras.

Por último, la gran cantidad de desperdicios que dejó el terremoto nos invita a gestionar eficientemente los residuos y aprovechar los subproductos, considerando alternativas de transformación de desperdicios en material útil y reciclaje de los mismos.

En definitiva, es un escenario que nos permite plantear, incorporar y posicionar un país ecológicamente más sostenible en el cual nos levantemos dando pasos más sabios, justos y duraderos.

Es tiempo de actuar

Es el momento de dejar de pensar que puede hacer el planeta por ti y pensar qué puedes hacer tú por el planeta.

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