Desde hace tres días llevo resistiendo la tentación de escribir un artículo, y hoy, último día de la Cumbre de la Tierra Rio+20, me he decidido a hacerlo. No sólo porque he estado (y sigo) ocupado con una multitud de tareas aquí, sino también, porque yo quería tomar un poco de distancia. Ha habido una condena casi universal al resultado de la Cumbre y a la manera en la que fue manejado por la presidencia brasileña. Lo que Ban Ki-moon había correctamente llamado, una oportunidad única para una generación, ha explotado en nuestras manos (y en las suyas). Entiendo y comparto las frustraciones – especialmente las de los que participan por primera vez en una cumbre de este índole, y en particular para los grupos de jóvenes aquí. Pero la vida sigue (o – más bien – la vida debe seguir).