Para solucionar un problema hay que identificarlo. El concepto “pobreza energética” se ha empezado a colar en la agenda política española, pero aún carece aquí de una definición y de un análisis específico que permita conocer su dimensión. Cuando buscan un referente, los expertos miran hacia Reino Unido, un país pionero en el estudio de este fenómeno y que cuenta con una estrategia global para su erradicación en 2016; algo que, pese a los esfuerzos, parece que no se va a lograr. Los británicos pusieron en marcha en 2001 su plan y establecieron que “un hogar en pobreza energética es aquel que necesita gastar más del 10% de sus ingresos en todo tipo de combustibles” para calentarlo “hasta un estándar adecuado”, entendido como 21 grados en la sala de estar y 18 en el resto de habitaciones ocupadas.