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Lunes 21 de Marzo de 2011

Un grupo de mineros artesanales del Chocó logró una certificación que acredita total responsabilidad con el entorno natural que los rodea.

Fuente: El Espectador Por: Christian Quiroga Sánchez

Allí reinan los contrastes: es el territorio del llamado Chocó Biogeográfico, una de las 25 zonas más biodiversas del planeta, y de sus tierras y aguas se saca oro hace decenas de años, pero eso no ha evitado y, quizás, si ha agravado, la situación de miles de habitantes. En el Chocó hay gente que muere de hambre sobre un territorio donde a simple vista pareciera que abundara la riqueza. Allí literalmente se sientan sobre una mina de oro y caminan entre uno de los pulmones del mundo.

La minería artesanal y a pequeña escala, aquella que se inventaron hace cientos de años las personas para extraer el metal precioso sin usar químicos y que con el tiempo fue tomando una imagen de informalidad, ilegalidad y de actividad dañina para el medio ambiente, hoy desde Colombia le muestra al mundo que se puede hacer respetando las tradiciones ancestrales, cuando el mercurio y el cianuro no eran las principales herramientas para sacar un oro limpio, en contra de la naturaleza.

Luis Américo Mosquera, integrante de una de las unidades mineras productivas del municipio de Tadó, aprendió desde los 8 años, por enseñanza de su padre y aquel por iniciativa del abuelo, a extraer oro en forma artesanal. Cuenta el minero que cuando no tenía clases en su escuela, se iba a la mina, que estaba muy cerca a su casa, para ver cómo lo sacaban de la tierra, y cuando ya alcanzó su juventud empezó a trabajar con su grupo familiar y a los 24 años se independizó.

A sus 53 años y con la minería ilegal frente a sus ojos todos los días, está convencido de que aquel método que le enseñó su papá hace 45 años y que hoy le da de comer a su familia, es la forma correcta de ganar dinero durante mucho tiempo, preservando los recursos de su tierra, y no dañándolos de un solo golpe, haciéndose a una riqueza que duraría poco en sus manos.

De lunes a sábado, entre las 7 de la mañana y las 5 de la tarde, Luis Américo va a su pedazo de mina que trabaja con siete personas más, entre hombres y mujeres, para realizar un proceso de preparación de la tierra a la que le saca oro. Con tres tipos de bateas, que cumplen diferentes funciones según su tamaño, palas, azadones, amocafres, barras y una motobomba que sirve para traer el agua hasta la montaña, empieza el trabajo de este minero que hace parte de las 114 familias integrantes del programa Oro Verde, una iniciativa que nació en 1999 como una alianza entre mineros, líderes comunitarios y jóvenes profesionales, quienes unidos por el profundo deseo de detener la devastación ambiental y social causada por prácticas mineras irresponsables en el Chocó, decidieron crear un modelo que rescatara el conocimiento ancestral de las comunidades locales para articularlo con el conocimiento técnico y científico, y establecer así una fuente sostenible de ingresos para la comunidad.

“Hacemos primero un desmonte entre el motor (motobomba) y la jagua (tierra), a través de las mangueras, y vamos batiendo, para luego asentar bien el material. Bajamos al fondo de la roca y recogemos todo para ir sacando el oro. Se echa la mina en un cajón, lavamos los costales en una lata o en una batea grande, y con las otras vamos dándole vueltas hasta sacar el metal que quede en poquita jagua. Lo último que hacemos es usar la hoja de un árbol llamado balso, la amasamos y ella da una baba espesa que nos ayuda a separar el oro y el platino de la tierra”. Así describe Mosquera el proceso que hoy tiene al oro del Consejo Comuntario de Condoto e Iró (Chocó, Colombia) vendiéndose en los mercados de Inglaterra y Canadá, junto al de Cotapata (Bolivia), como los primeros con el sello de Comercio Justo Fairtrade Fairmined que se extrae en el planeta.

El concepto de comercio justo (fairtrade), que estaba principalmente destinado a productos alimenticios, garantiza a los consumidores que lo comprado tiene detrás una historia de producción que respeta el medio ambiente, asuntos laborales, los derechos humanos, igualdad de género, es de calidad y no se basan en explotación infantil, entre otros conceptos que marcan la trazabilidad del producto. Lo conseguido por la comunidad de Condoto, y el camino que ahora recorren los mineros de Tadó, es la primera iniciativa certificada en un tema diferente al agrícola, al que de paso se unió y permitió la creación del sello Fairmined (minería justa).

Hoy, según Catalina Cock, una de las creadoras de Oro Verde, los mineros reciben por su producto el pago por un precio mínimo del 95%, según la fijación del London Bullion Market Association (LBMA), ente que establece el valor mundial del oro, y adicionalmente una prima de 10% por ser de comercio justo, más un 5% por cumplir con los estándares internacionales al no usar químicos para la extracción: “ellos mismos reinvierten este ingreso adicional en programas de desarrollo social, ambiental o las prioridades que democráticamente identifican como organización”. (Ver Impacto en Europa)

Según Mosquera, en un mes su unidad puede recoger entre 10 y 15 castellanos (4.6 gr por cada uno), metal que es vendido a la corporación Oro Verde, que actualmente puede pagarles aproximadamente $300.000 por cada castellano. Como tienen una prima del 15% adicional al precio del comercio tradicional, la organización les entrega en efectivo un 2% y el otro 13% se queda allí para distribuirlo en proyectos que ayuden a su comunidad. “De ahí sacamos gastos de gasolina y aceite usados por el motor, los alimentos de la olla comunitaria (hacemos el almuerzo en la mina todos los días) y el excedente lo repartimos entre todos equitativamente”, cuenta el minero.

“Este tipo de minería la venían haciendo nuestros abuelos y padres, y es más saludable para el ser humano, pues no se utilizan químicos y no hay contaminación. Uno a medida que va trabajando va haciendo recuperación del terreno y va sembrando plántulas que más adelante pueden proveernos de alimentos. La otra minería en ocasiones da buenos resultados, pero deja la tierra desordenada, se dan oleadas de zancudos y vienen los problemas”, concluye Mosquera, quien hoy celebra que su trabajo sea reconocido por joyeros éticos que comercializan su oro en Inglaterra y Canadá.

“Una apuesta sostenible”: Julio Fierro


Julio Fierro Morales, geólogo y ambientalista, exasesor del Ministerio de Ambiente y de la Secretaría Distrital de Ambiente, dice que según tiene entendido “en alguna minería artesanal del Chocó no usan cianuro ni mercurio, ni están mecanizados, entonces uno dice que si no hay dragas, retroexcavadoras y hay comunidades que han hecho ese tipo de extracción tradicionalmente, pensaría que esa es la única apuesta posible de minería en zonas de interés estratégico ambiental en el país. Pero ¿cuál es el apoyo del Ministerio de Minas a este programa? Creo que no le interesa ese tipo de procesos porque la producción no está dentro de la apuesta minera. Más que la pepita de oro lo que se vende es la historia y ese mercado es un poco reducido”. Aún así este es un ejemplo que ya ha sido replicado en varios países.

Es tiempo de actuar

Es el momento de dejar de pensar que puede hacer el planeta por ti y pensar qué puedes hacer tú por el planeta.

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