Aunque hay quien señala que no está tan claro que estos sectores sean en efecto distintos, veamos los acontecimientos.

Una empresa del sector farmacéutico, GlaxoSmithKline (GSK), ejemplifica a la perfección este acercamiento de intereses: en marzo de 2003, un grupo de grandes inversores institucionales , que gestionan en conjunto cerca de un billón de euros, reclamaron al conjunto del sector farmacéutico cambios en sus políticas de producto en los "mercados emergentes", atendiendo a su responsabilidad en determinadas crisis de salud pública. Esta reclamación coincide, en lo básico, con las peticiones de Oxfam a través de su campaña Patentes, ¿a qué precio?, acerca del acceso a medicamentos básicos y de lucha contra el sida en países en vías de desarrollo.

Un mes después, el consejo de administración de CalPERS, uno de los mayores fondos de pensiones del mundo, pide de nuevo al consejero delegado de GSK un cambio en las políticas de producto de la empresa, específicamente acerca del acceso a los medicamentos contra el SIDA en los países en desarrollo. Un mes más tarde, ya en mayo, Jean Pierre Garnier, consejero de GSK, observa como se rebelan los pequeños accionistas ante la política de remuneraciones propuesta por la dirección de la compañia; seguramente no fue una gran sorpresa, puesto que el otoño pasado ya había recibido un aviso.

Hace algunos meses, mucha gente se hubiera sorprendido por alguna de estas coincidencias. Hoy vamos a pensar que si ONGs de ayuda al desarrollo e instituciones de inversión colectiva apuntan en la misma dirección, tal vez es porque están en el buen camino.

Escrito por Jesús Llaría